Y, al final, entendí que solo la tenía a ella.
Escribía cartas a nadie, sin destino ni remite. Cartas que dejaba en un banco en la calle, a merced de mareas humanas, de lluvias indómitas, de vagabundos eternos.
Y, al final, entendí que sol0 la tenía a ella.
Acababa las noches con lágrimas en los versos. Versos mal escritos, sin fundamento, inconexos entre sí. Versos escritos a mala letra, que de uvas se hace el vino y, personalmente, no creo en reencarnaciones divinas.
Y, al final, entendí que solo la tenía a ella.
Bebía el café a sorbos espaciados, en lugar y tiempo. Café frío de dejarlo al aire, de descansar de amargos buenos días. Cafés mal tirados en cafeterías de mala vida, que de muerte ya cansa hablar, y bastante triste está el día con la lluvia llamando a los cristales.
Y, al final, entendí que solo la tenía a ella.
Esa parte inmaterial que algunos llaman alma, otros conciencia.
Esa parte que se acurruca en mi pecho y me asalta las noches de luna llena, los días de lluvia ardiente.
Ella… Que escribe cartas a nadie, acaba las noches con lágrimas en los versos, bebe el café a sorbos espaciados.
Al final, solo la tenía a ella.