No dormir, pasar la noche despierto, cabecear una hora, o dos, pero no mas, y tener una ojeras que dibujan un antifaz en tu rostro. Ni uno ni dos ni tres, si no tres días de insomnio fortuito, inesperado y excesivamente agobiante. Sudar, dar vueltas, pensar en letras de canciones y de repente… No, no consigues dormir. Leer, ver una serie, repasar las letras de esas canciones y de repente… No, no consigues dormir.
¡Joder! Quiero dormir, lo necesito, pero mis mecanismos exceden en adrenalina, en cafeína o yo que coño sé. Cerrar los ojos en la oscuridad y, como si nada, mi mente se llena de absurdeces inconexas que practican un vaivén de gilipolleces sin sentido y de repente… Una misera hora de sueño y te despiertas agotado, con la boca seca y el sudor pegajoso, de ese que te da asco ¿En serio?
Lo gracioso es que siempre he identificado la icónica figura de Freddy Krueger con la culpa, provocando así el desvelo, la vigilia, el puto insomnio que me tiene de los nervios y no consigo relacionar nada con nada, así que pienso ¿Estará mi amigo Freddy acechándome?
Tengo un método semi-infalible para llamar al sueño: pensar en los más aburrido que pueda ocurrírsete (en mi caso es un partido de béisbol (lo de contar ovejitas termina poniéndome de los nervios y produce el efecto contrario). Y si eso falla, ya sabes: agarrar el teclado y ponerte a escribir. A veces surgen auténticas maravillas de esos insomnios…
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Y ya tengo varias ideas apuntadas, pero tres días hacen mella en cualquiera, sea amante de las letras o el que se dedica a enlazarlas a través de una pantalla.
¡Un saludo!
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A veces de ahí salen las mejores letras 🙂
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